Caracas, ciudad de... gente apurada

jueves, 23 de octubre de 2014

-Retazo-

Amanece en la metrópoli. Se comienzan a dibujar los suaves contornos del viejo y hermoso cerro El Ávila y, con él, los demás contornos de los cientos/miles de edificios que forman parte del circo cotidiano. Ya las alarmas hace rato que sonaron, las casas huelen a café instantáneo y arepa (si es que hay algo pa' comer). Se aglomera la gente en la puerta del metro  -¿A qué hora abre esta vaina?, y algunos ya van en camino al trabajo en otro medio de transporte. Si tienen suerte, llegan sin mayor inconveniente a sus destinos. A los que hacen vida un poco más tarde no les va tan bien. Entre forcejeo y empujones ven cómo se la resuelven para montarse en algún medio de transporte que los lleve al trabajo. Si te consigues algún conocido en la calle, el saludo es rápido y entrecortado -¡Épale, Fulano! ¿cómo estás?, pregunta que nunca tiene respuesta (ni que te importe mucho) porque Fulano va muy apurado y ni hablar de ti. Una vez en tu trabajo, pasas las siguientes 8 horas pensando qué harás para llenar tanto tiempo de "productividad" (no todos tienen la suerte de amar su trabajo y saber qué hacer todo ese tiempo). ¿Para esa vaina ibas tan apurado?

La hora pico es de lo más simpática (y triste). Si algún día tiene la oportunidad, siéntese un rato en una parada clave de autobús, donde lleguen muchos empleados a la hora de salida y vea, observe, lo infeliz que se torna la bendita hora pico.


2012.

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