Satélites

martes, 22 de noviembre de 2011

Es tan difícil avanzar sin retroceder, recomenzar habiendo borrado todas las migajas de ti. Es una maldición (o una bendición) con nombre y apellido, con fecha, olores y colores; con despedida, con sabores amargos, con traiciones. Es tan difícil soltarte y aún así, hace tanto que dejaste de retenerme. Caminas a mi lado siempre, aunque a veces estés tan silencioso... y triste. Siempre triste. A veces olvido que vas conmigo, pero no pasa mucho tiempo para voltear mi rostro y mirarte; ver que sigues allí.


Cómo nos gusta torturarnos, querido. Parece que ya pasó una vida, pero en realidad fue hace tan poco. Somos satélites de un mismo planeta, de una planta marchita que nosotros mismos dejamos morir. Satélites que no se tocan, ni lo harán, creo distinguir. Te veo de lejos, amor, y sé que también me observas. Y mientras más te alejas más te olvido y peor es el golpe cuando te recuerdo. Pero ya no molesta. ¿Por qué no cierras tú esta vez?

"No te has ido a ningún lugar; todavía estás aquí, en todas partes. Eres inexorable, como el polvo en el viento; eres como la estrella en el cielo, que puede no ser vista durante el día, pero allí está, en la inmensidad de mi universo, presente todos los días de mi vida, inmutable".


Vaciadero

viernes, 21 de octubre de 2011

Basta. Aquí le doy un alto al torbellino de voces que gritan sin cesar. Esos entes que desequilibran y que se hacen llamar a sí mismos emociones. Seres elaborados, manufacturados, construidos y manipulados desde el momento que nacemos. ¿O es que acaso uno siente como quiere? ¿Qué son las emociones sino el reflejo individual de una actitud social, sino mediática? En este preciso instante se libra una batalla dentro de la mente humana de la que soy víctima habitante. Es la razón la que habla y ciertamente que no me dejan salir muy seguido en estos espacios. Este es el vidrio que romper en caso de emergencia. Este es el 911 24 horas. Y he aquí mi manera de salirme, aunque sea por un momento, de la batalla absurda de egos. La pelea de -mí contra mí misma- que tendrá un ya conocido final. Cuántas veces habré intentado liberarme sin lograrlo. Es tan terrible el miedo a convertirme en un ser frío y racional, que me he refugiado en otro, ajeno a mí; aquél que irónicamente se instaló cómodamente en lo más profundo de mis entrañas. Soy la eterna presa de las emociones. Pero nadie lo sabrá.

Y como siempre, todavía es de noche.



21 de Octubre de 2011.

En blanco y negro

sábado, 24 de septiembre de 2011

      Me gustaría decir que es fácil la elección de un instrumento, pero la verdad, he visto dejar caer en el olvido tantos mensajeros extrasensoriales que he llegado a la conclusión de que es algo que no puede pensarse demasiado. A simple vista puede parecer una contradicción; digo, si no puede pensarse demasiado debe ser fácil, ¿no? No.

No digo que la labor esté limitada a un grupo de personas, ni mucho menos que estas no tengan la capacidad de tocar cualquier instrumento. Sin embargo, sí diré que el sexto sentido, la intuición, el je ne sais quoi, el tercer ojo situado en todo el centro de la mitad del medio de algunos terrestres parece estar atrofiado, pisoteado, ignorado; y todo parece ser culpa del materialismo excesivo... Pero ese es otro tema para otro momento del té con Consuelo. La verdad, la intención no es en absoluto quejarme; en su lugar propongo una serie de simples reglas para elegir al fiel compañero: 

              De cómo adoptar ángeles huérfanos

La primera cosa que usted debe entender sobre estos seres -a partir de ahora los llamaré así- es que provienen de ningún lado, o mejor dicho, no son humanos (lo siento, pero me veo parcializada hacia esta idea cada vez que veo lo que son capaces de hacer). Por esta simple razón se desarma cualquier argumento de usar la razón para elegir uno. Es algo que debe sentirse; una conexión inalámbrica entre el más allá y el más acá.

Los seres necesitan tiempo y dedicación -no se desespere y sea paciente-, algo así como criar un hijo y adaptarse a sus exigencias (claro, obviando la parte de criar al hijo, algo que le dejo a los valientes). Necesitan ser escuchados, entendidos. Pero no se preocupe, en contrapartida obtendrá al escucha más atento que habrá conocido en su vida, al conversador más locuaz, a la fuente eterna del entendimiento y la compasión. 

Del alimento ni se preocupe. En esto los seres son bastante fáciles de complacer, pues se alimentan de emociones y sentimientos. Fácil, ¿eh? Lo mejor es que no discriminan, no hay tal cosa como seres con indigestión de tristeza o felicidad. 

Por último -y no menos importante- ámelo; como si fuese la última esperanza de la humanidad (estoy convencida de que lo es); como si en él se refugiase toda la nobleza aparentemente perdida de este mundo sin sentido; como si fuese el último trozo de isla en la inundación de la avaricia y la frialdad; como si al brindarle su tiempo y dedicación no existiese más nada. Ámelo.


Recuerde que vinieron a este abstracto mundo a alegrarle la vida, a darle un sentido a sus películas mentales en blanco y negro, a ser la lluvia en medio de la extrema sequía, a darle una lección sobre pasión, creatividad y belleza. Sobre todo de belleza. 







De cómo correr tras un vagón en movimiento

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Lunes, 29 de agosto 2011.


             Desde el comienzo del día ya se sentía un ambiente a toma de decisiones oportunas; era ahora o nunca. Y así fue como emprendí el viaje a la estación de trenes, sin saber cuál vía agarrar ni a qué hora me iba. Sola con mi deseo de viajar. Me vestí para un nuevo comienzo, pensando en un muy probable final y fui a verlo. Eso sí, me gustan las estaciones de trenes. Son la mejor metáfora de las oportunidades. Sereno y pasivo, entre habladuría y risas, entre silencios, a veces nerviosos, así pasó el día con él. El equipaje, pecando tantas veces de innecesario y absurdo. Es como llevarse los problemas viejos, las nostalgias añejadas. Esa vieja maleta, ese antiguo equipaje, lo dejé en casa. Realmente no quería que se terminara el día e hice miles de cosas para tenerlo conmigo un rato más, pero ya saben, las despedidas llegan. Compré el boleto. Le dije a la señorita que escogiera un destino al azar y me lo entregara en un sobre; uno que dijera afuera solo las especificaciones del tren. Y así comencé a caminar. 

Nunca he sido fanática de las despedidas; son tan tristes... Como flores marchitas. Más si te gustan las flores. Allí estaba el tren, imponente, amenazador, pero llamativo, romántico, tentador. Lo vi por largos minutos y escuché los últimos tres llamados -¡Pasajeros del tren 29! ¡Todos a bordo!- Yo estaba inmóvil. Y entonces, comenzó a marcharse.

"Gracias por todo", dijo. Un abrazo inseguro, incierto. "Adiós, hasta luego". Y entonces, comenzó a marcharse.

Lo vi alejarse, a él, al tren, a mi aventura, a mi comienzo convertido en final tan repentino y me invadió un malestar. Comencé a dar mis primeros pasos de regreso a casa. Entonces algo pasó.
Todavía tenía el sobre en la mano. Lo abrí de manera apresurada y leí: "Último tren, última oportunidad". ¡Ah! Los impulsos son magníficamente hermosos. Se acelera el pulso, se abren muy bien los ojos y se está listo para correr. Y así lo hice.

Vuelta en ciento ochenta grados y corrí. Ya no lo veía, pero seguí algún rastro, un aroma, quizás; y entonces un atisbo, apenas una visión. Corrí tras él hasta que tuve el valor de hacer contacto y alcancé la baranda del último vagón.


Toqué su hombro.
  Temblaba de los nervios en la baranda.
     No sabía qué decirle.
        Me agarré con todas mis fuerzas.
          Un intercambio de miradas confusas.
             Subí también el resto del cuerpo.
               Y ya no vi hacia atrás.


Después de todo no perdí el último tren; ni la última oportunidad.
               

*Agradecimientos especiales a Henry Ojeda por darme la metáfora del tren*

Diario de un insomne

sábado, 20 de agosto de 2011


Esconderse de día,
Taparse los arrepentimientos
Meter la cara en la tierra
Y respirar la inmundicia
            por esconderse

Liberarse de noche,
Darse de bruces con la vida
Que parece inmóvil
Olvidar las tragicomedias del cotidiano
            por liberarse

Notar las diferencias
Entre la brisa de la noche
Y la asfixia del día
Sofocarse de normalidades
Alimentarse de la quietud y lo desconocido

Enfocar un punto, enfocar un recuerdo
Enfocar el infinito, enfocar la solitud
           disfrutar la solitud

¿Qué sería de los soñadores sin la noche?


Mientras todo se mueve y yo me detengo

sábado, 4 de junio de 2011

Cuando el tiempo se detenga,
¿será todo oscuridad?
¿Es que acaso no vemos las cosas por el resultado
del movimiento de la luz?
¿Qué es el color sino el reflejo de un rayo que viaja?

Y si flota la duda en el aire, descubrirás que no será oscuridad,
pero no habrá en ese momento ni un cambio en la imagen.
Estático el paisaje. ¿Lo soportarías? 

Cuando el tiempo se detenga,
¿no habrá sonido alguno?
¿O es que todo sonido que en el momento del evento estuviese vibrando
se perpetuaría al infinito, como un silbido penetrante?
Y si a todos los sonidos les pasara lo mismo,
¿no sería tan estridente y tormentoso que al cuerpo no le quedaría más remedio que bloquear la audición?

Cuando el tiempo se detenga,
¿sentiremos algo?
Quizá pase como con los sonidos, y se perpetúe la última sensación.
El roce del aire; quizá un escalofrío infinito.
Quizás conservemos el olfato,
¿O se desvanecerá el aroma del verano?

Nada puedo asegurar.
Lo que me aterra saber es que cuando esto suceda,
no latirá ni un corazón, no se moverá ni una ola,
no  habrá lluvia, ni amor, ni odio,
                                                                     ni nostalgia,
y habrá libertad; tanta, que sea lo que sea lo que haya detenido el tiempo,
no soportará tal absurdo y deseará el caos; que haya lluvia, odio, amor y nostalgia
que vuelen los pájaros, que rompan las olas
que sople la brisa, que hablen las locas.
Pero que no se detenga.
Que el ritmo se lleve la vida.
Somos movimiento y cambio,
 ¿os dáis cuenta?





 

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